¡El viernes pasado la pasamos bárbaro! En la cocina, y en vivo, Mario Novillo estaba dale que va picando, sazonando y rejuntando ingredientes en una enorme cacerola… el aroma de Malasia se apoderó inmediatamente de la Usina, llenándola de una calidez muy especial…
Mientras tanto, en los otros ambientes de nuestro querido lugar, los árboles de Ángela Copello convirtieron la Usina en un espacio natural y sumamente calmo…
Ya era un lujo estar inmersos en un bosque de autor, con prácticamente todas las tonalidades de la naturaleza, pero como tenemos mucha suerte, Ángela también nos enseñó unos truquitos para sacar mejores fotos. De pruebas y errores se forma la gente…
Todas estas pruebas fueron protagonizadas por Ángela y Andrea, una de las directoras de la Usina. (Y esta cronista está muy pero muy agradecida por los consejos).
El arte que se estaba viviendo adentro, entre sabores sugestivos y hermosas imágenes, se contagio al exterior de la Usina.
El mural de Marce Gaggino se muestra cada día más armado…
Y una novedad se sumó para compartir cultura: una mesa de libros usados a sólo $20, gentileza de María Laura Pini, la otra directora de la Usina.
Sabores orientales, postales naturales, clase de fotografía, arte en movimiento, muchos libros y buena onda imperante… ¿Qué más se le puede pedir a una noche?
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